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La economía y la psicología son dos disciplinas interconectadas y las decisiones no son tan racionales como muchas veces predicen los modelos económicos, sino que entran en juego variables psicológicas que los modifican.
De hecho, Richard Thaler ganó el Nobel de Economía en 2017 por la incorporación de la psicología a las ciencias económicas, poniendo de manifiesto que la racionalidad es limitada, que en las decisiones se considera la percepción de justicia y que en las personas hay falta de autocontrol, entre otros aspectos.
Ahora con el Coronavirus estamos viendo como elementos psicológicos como el miedo a la pandemia y a la recesión, a pesar de que ya estamos en una fase avanzada de la “desescalada”, hace que como conjunto poblacional, no salgamos tanto y consumamos menos, lo que afecta negativamente a restaurantes, cines, hoteles, transporte, tiendas de ropa o de decoración… lo que deriva en caída del crecimiento económico, que a su vez provoca paro, miedo de los empresarios a invertir, … hasta que poco a poco se revierta la tendencia.
A esta reversión ayudan políticas creíbles e iniciativas que ayuden a vislumbrar un escenario más estable. Y es que como Thaler ha argumentado, las instituciones públicas y privadas pueden dar a los individuos “nudges” o empujoncitos o estímulos que, manteniendo la libertad, les ayuden en sus decisiones de forma que se estimule la economía.
Por ejemplo, el sesgo cognitivo de “aversión a la pérdida” o el miedo a perder por encima de la probabilidad de ganar, y que hace que los empresarios o inversores prefieran no invertir, podría revertirse con “nudges” o políticas de ayuda a la inversión, flexibilidad laboral, políticas fiscales, etc